Hace un par de semanas nuestro programa nos invito a la producción El Mal de La Juventud en el teatro de la Abadia. Después de ver Días Estupendos (Lauren escribió sobre aquella producción aquí) tenía esperanza de que me gustara mucho esta obra también. Se trataba de un grupo de personajes en España durante la década de 1920. En los Estados Unidos conocimos esta época como los “roaring twenties”, caracterizados por la diversión, la inmoralidad, el alcohol y la liberación. Con estos prejuicios ya en mente, fui a ver como España representaría aquellos años.
En verdad callo en línea con estos temas bastante bien. Los eventos principales de la historia fácilmente los puedo imaginar describiendo la misma época pero en los Estados Unidos. Sin embargo yo diría que lo más distintivo, o español, fue la exageración física con cual se demostró la obra. A mi normalmente me demora varios días saber cual es mi impresión completa de alguna función o película; pero en este caso, desde que salí del teatro hasta ahora permanece grabada en mi cerebro la dificultad de seguir sentada durante toda la producción. Lo que ocurrió es que ¡no podían pasar más de cinco minutos sin que alguien golpeara a alguien más, o se tire al suelo, o le pegue a la sirvienta, o se desnudara, o hiciera el amor, o llorara violentamente, o se suicidara! Después de la producción, al igual que con Días Estupendos, algunos comentaban sobre nuestra habilidad como no-europeos de ver cuerpos desnudos sin sentirnos incomodos. Para mi, ese no era el problema. No tengo un gran problema con el cuerpo humano—es algo tan natural. Pero la violencia y la profusión sexual es un poco diferente. La vida no es una batalla violenta constante, aunque durante estas dos horas sí lo fue. Y encuentro que esto no tiene solo que ver con la decadencia y el exceso de los años 20, si no también con la necesidad de los artistas europeos de ser demasiado “liberales” con sus obras.
Digo que es una tendencia europea porque esa es mi impresión. España no ha sido un país muy socialmente liberal por mucho tiempo. Es solo desde los años 80 que ha ocurrido esto, y en un esfuerzo de orientarse hacia Europa y el mundo occidente se ha liberalizado muy rápidamente. Por ejemplo (como mencionamos en clase) si ves las noticias aquí en España te das cuenta que son mucho más gráficas que en América. La actitud contra la prostitución en Madrid es de dejar que estén libremente en las calles, a veces solicitándote sin que tú lo pidas. Hay menos cuidado con las normas sexuales, y quizás menos respeto a las mujeres (o los hombres) en ese sentido al caminar por las calles en la noche.
No quiero decir que siempre es inadecuado mostrar el lado más violento o sexual de las cosas. A veces es adecuado o necesario, porque es parte de la realidad. Y cuando en los Estados Unidos es casi imposible encontrar en ningún noticiario escenas de las guerras que estamos peleando hacen años, hasta se puede considerarse censura. Pero en el arte creo que es posible tocar estos temas con más delicadeza. Uno no necesita insensibilizar a su audiencia para explicar el dolor de la decadencia durante los años veinte. La verdad es que El mal de la juventud tuvo muchos aspectos buenos. La actuación fue excelente, y algunas escenas fueron muy poderosas y bien escritas. Desafortunadamente para mi, las verdades más sutiles se perdieron un poco en el afán por el exceso.
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